El libro de Sofonías se puede leer
como composición unitaria, semejante a las escatologías proféticas, o bien como
ejemplo de ellas.
Se celebra un juicio solemne, definitivo
respecto a una etapa, al que sigue la gran restauración que implanta el reino
del Señor.
El juicio se celebra en un día
establecido y en un espacio de dimensiones cósmicas: termina el tiempo de la
paciencia y el perdón, hay que rendir cuentas finales, el Señor pronuncia sentencia.
Por eso es un día de ira, introducido por una teofanía sobrecogedora.
Tendrán que rendir cuentas primero
cinco naciones: Filistea, Moab y Amón, Nubia y Asiria; después será la vez de
Jerusalén (siguiendo el esquema de Am 1-2).
El profeta, al anunciar la proximidad
del día, se encuentra aún en tiempo de misericordia e invita a la conversión.
Porque de Israel se salvará un resto, no constituido por la simple circuncisión
física, sino por la conversión y la humilde fidelidad. Por eso también entre los
paganos habrá quien se salve y se incorpore al servicio del Señor.
La restauración es tiempo de gozo
mutuo, del Señor y de su pueblo; tiempo de cambio interno y definitivo; se
acaba el temor y la opresión y retornan los dispersos.
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